Mujeres - Género

24.Nov.2010 / 02:09 pm / Haga un comentario

Dra. Elida Aponte Sánchez*

La sociedad patriarcal, esta de la que formamos parte, está repleta de mitos, creencias, costumbres y prejuicios que no sólo les niegan a las mujeres su condición de humanas de primera categoría, paritariamente con los hombres, al someterlas a una subordinación milenaria sino, también, la condición de ciudadanas.

Sobre nosotras se han escrito y mantenido en la cultura, una gran cantidad de mentiras que obran contra nuestra realización plena y contra las posibilidades de construcción de una sociedad diferente. Por ello se nos descalifica e invisibiliza, así como se invisibilizan nuestros aportes en todas las áreas del acontecer humano, para mitificar algunas tareas o funciones que realizamos siempre en beneficio de otros.

El trabajo que hacemos en el hogar, reconocido en el artículo 88 de la Constitución de 1999 (por primera vez) como un trabajo que genera riqueza al país, ha sido considerado históricamente como actividad no productiva. Las mujeres que hacemos labores en el hogar, hemos sido admitidas en el ámbito reproductivo pero no en el ámbito productivo, aunque es una verdad innegable que sin nuestro trabajo la humanidad no hubiera sido viable. Este asunto tiene una extraordinaria importancia porque al ser consideradas las actividades domésticas que incluyen el cuidado, el mantenimiento del hogar, la nutrición y la crianza de las hijas e hijos, la atención de las personas con capacidades diferentes y la atención de las personas de la tercera edad, entre otras, como trabajo no productivo, los economistas consideran que dichas tareas carecen de “valor”, aunque es evidente que dichas tareas al satisfacer necesidades básicas son las que permiten mantener a la sociedad humana, lo que es fundamental para cualquier sistema económico.

En la economía, nuestro sector como colectivo, aunque representa más del cincuenta por ciento de la población, no es percibido como económicamente activo por lo que en los temas sobre presupuestos, contabilidades nacionales, proyectos nacionales y otros de no menos importancia, no somos visibilizadas.

La experiencia masculina en economía y sus supuestos, parten de la falsa idea de que dicha experiencia abarca a las mujeres o las implica. Las mujeres hemos sido esclavizadas dentro del sistema económico masculino. Incluso, algunos afirman que las mujeres sabemos poco de economía. Otra mentira más. La experiencia cotidiana prueba sin lugar a dudas que la mayoría de las mujeres sabemos cómo economizar, cómo utilizar las cosas con moderación, cómo reducir gastos, cómo ahorrar. De ello pueden darnos clases magistrales la gran cantidad de mujeres que solas han levantado y levantan a sus familias y hacen de ellas ejemplos a imitar. Hagamos memoria de nuestras madres, abuelas, bisabuelas y del resto de mujeres que constituyen nuestra genealogía femenina y que con su trabajo no sólo han construido las fortalezas morales de nuestra nación sino, la mayor parte de la riqueza económica, al darle sustento a la vida misma.

No creamos tampoco que las mujeres que se desempeñan en los trabajos formales están en condiciones de igualdad real con los hombres. Las estadísticas demuestran que mujeres en puestos que exigen igual capacidad, responsabilidad y compromiso que los desempeñados por hombres, devengan un 30% menos de salario y su promoción siempre está sujeta a un plus o requerimiento mayor. Dicho en otras palabras, siempre se supone que el hombre está preparado para el desempeño de grandes tareas; la mujer debe demostrarlo. Tan falsa suposición se estrella contra la realidad y el desempeño femenino, es, en la mayoría de los casos muy superior.

*Experta en Derechos Humanos de las Mujeres – Universidad del Zulia

 

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